Andrea Regina Pineda es abogada en Honduras y está comprometida con la defensa de la tierra y los derechos humanos en la organización Centro Hondureño de Promoción para el Desarrollo Comunitario (CEHPRODEC). Durante el mes de octubre, participó en una gira virtual en la que mantuvo reuniones con varias autoridades europeas en el marco del Examen Periódico Universal (EPU), que examinará la situación de derechos humanos en Honduras durante este mes de noviembre. En una entrevista con Aline Geissmann de PBI Suiza habla de su trabajo y sus sueños.
Ya de niña, Pineda tenía un fuerte sentido de justicia y quería trabajar por la justicia social cuando fuera adulta. Decidió estudiar derecho porque estaba convencida de que es la mejor manera de ayudar a las mujeres, los niños y las personas más vulnerables. Completó sus estudios en una universidad privada. «Entre mis compañeros, la situación de los derechos humanos en Honduras apenas se discutía; no se hablaba de la crisis política ni de las protestas. Eran temas tabú», recuerda la joven de 24 años. «La mayoría vivía en una burbuja, en un mundo intacto.» Su entorno la animó a buscar un trabajo en que pudiera ganar bien, pero a Pineda no le interesaba el dinero. Quería un trabajo que le apasionara. Pineda hizo sus prácticas en CEHPRODEC, una organización que se compromete con la defensa de la tierra y los derechos humanos. Después de sus prácticas consiguió un puesto permanente allí.
En CEHPRODEC trabaja en la coordinación de proyectos, asesora y acompaña a comunidades indígenas y dirige talleres. «Hace unas semanas estuvimos en una comunidad con la que no habíamos trabajado antes. Fue muy impresionante. Las personas indígenas son explotadas por los grandes terratenientes y casi no saben nada de sus derechos. Queremos apoyarlos para que recuperen sus derechos y mostrarles que no están solos en esta lucha», dice Andrea. Las visitas en las comunidades la motivan a seguir luchando por los derechos humanos. Ella no se ve solo como abogada, sino también como amiga de las personas afectadas. «Su lucha es mi lucha», dice convencida.
En esta lucha, Pineda está contenta de poder contar con el apoyo de PBI. «Por la participación de PBI, la gente se da cuenta de que hay un interés internacional por la situación. Esto es muy reconfortante. La presencia de PBI no solo nos ayuda como institución, sino también como comunidad.»
Preocupaciones por el futuro y sueños imposibles
Pineda está preocupada por el hecho de que en Honduras cada vez más territorios están ocupados y utilizados para la minería y que el Estado hondureño está fallando en controlarlo. De hecho, según el Observatorio de Bienes Naturales y Derechos Humanos 2017, elaborado por CEHPRODEC, hasta ese momento el Estado de Honduras ha otorgado 302 concesiones para su explotación y exploración minera en una superficie de más de 2.000 kilómetros cuadrados, en una gran mayoría sin asegurar procesos de consulta previa, libre e informada. Entre las consecuencias, destaca un aumento de la conflictividad territorial, detenciones y procesos de criminalización de personas que están luchando contra los proyectos extractivistas que amenazan las tierras en las que viven y en las que trabajan. Pineda observa el aumento de la violencia y teme que tiempos muy difíciles estén por venir.
«Me siento muy impotente y triste ante la corrupción del Estado hondureño y ante el hecho de que aquellos que tienen el poder solo ayudan a los que están en la misma línea política con ellos. Sueño con un Honduras más justo – un Honduras, en que hay justicia para todos y en que la empatía reemplaza la discriminación. Sueño con cambiar Honduras para mejor», dice Andrea añadiendo que este sueño probablemente va a seguir siendo un sueño ya que estos cambios profundos son imposibles mientras el poder esté en las personas actuales.
Especialmente durante la pandemia, la corrupción ha vuelto a aumentar significativamente: “Se dispuso mucho dinero para combatir la pandemia, pero el pueblo apenas recibió algo de ello”, se queja Pineda. Así, explica cómo las personas enfermas se trataban en carpas en lugar de las clínicas móviles prometidas y los médicos carecían de medicamentos y elementos de bioseguridad. «Tantas personas se han muerto por nuestro gobierno. Ni siquiera por asesinatos directos sino por la negligencia y errores, por la mala seguridad social y la corrupción. Es imperdonable. Mi sueño es que un día haya justicia para todos», suspira Andrea. Y hasta que llegue este día, ella seguirá luchando para las personas oprimidas e intentando marcar la diferencia a través de su dedicación.
Artículo original publicado por PBI Suiza