Las mujeres y la comunidad LGBTI defensoras de los derechos humanos trabajan para obtener un cambio positivo en sus comunidades. Enfrentan, además de los retos de sus colegas hombres o cisgénero, obstáculos y amenazas adicionales, ya que cuestionan el status quo a través de su trabajo, y desafían las normas, tradiciones, percepciones y estereotipos aceptados sobre la feminidad o la masculinidad, la orientación sexual y el rol y su status en la sociedad. Honduras, además, es uno de los países de la región donde los derechos sexuales y reproductivos están más restringidos y, por lo tanto, sus defensoras y defensores están en mayor riesgo. Como resultado, las mujeres son objeto de amenazas enfocadas en la desigualdad de género, violencia sexual o agresiones hacia sus familiares; las personas de la comunidad LGBTI sufren agresiones vinculadas a la identidad de género, incluida la violencia física, psicológica, patrimonial y sexual.

"Las mujeres del campo son las más perjudicadas": Rosa Santamaría

Muchos saben que Honduras es, según Global Witness1, el país más peligroso del mundo para los defensores del medio ambiente, y así lo reiteró el Relator Especial de la ONU para la situación de los defensores y defensoras, Michel Forst, en su reciente visita al país2, pero la situación se vuelve más grave si la persona defensora es una mujer.

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